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Al que quiere celeste, que le cueste


Cuando era niña, mi mami me mencionaba mucho el refrán “al que quiere celeste, que le cueste”. Creo que de tanto que me lo repitió quedó tatuado en mi mente y poco a poco inconscientemente se volvió parte de mi rutina. Hace poco obtuve un mérito académico, el cual honestamente no creí que me lo fueran a dar, y fue allí donde el significado de ese refrán que tanto me decía mi mami tomó vida. Así que hoy les quería compartir mi experiencia, no para alardear, sino para que vean que aunque cueste, si se llega a tener celeste.

Si les digo que pasé por cielo, mar, y tierra para obtener esto, es poco, y les contaré por qué. Para poder llegar a donde tenía que estar, me tuve que partir el lomo estudiando e involucrándome en cualquier actividad dentro y fuera del cole desde hace cuatro años. Yo soy de esas personas desquiciadas que no soportan sacar un 80 y solo los 90’s me traen paz en mi interior. También soy de esas que creen que aguantan más en su plato cuando en realidad lo tienen más socado que un mall en Navidad. Para no ser tan larga la historia, sí mantuve mi promedio de 90 hasta el año pasado, que si me costó un mundo sacarlas todas arriba de 90, y baje a los 80’s en algunas clases. También tenía una lista de todas las actividades que había hecho a lo largo de esos cuatro años.

Para ese mérito, también tuve que pasar por como diez pinches aplicaciones. Mientras que estaba aplicando a eso, también estaba aplicando en otros lugares. Me rechazaron en varios lugares, y honestamente, sentía que mi mundo se acababa cada vez que leía “lo sentimos pero…”. Me sentía tan tonta, tan mediocre porque pude haberme esforzado más, me sentía ingenua. Pensaba que todo lo que había hecho, todo ese esfuerzo, lo había hecho en vano. Pero no, había una luz al final del túnel. Una institución me dio la oportunidad, y me dijeron que tenía que ir a Florida a una entrevista para finalizar el proceso.

Cuando llegué a Florida, tampoco fue color de rosas todo. Los primeros dos días re fresh; que malls y la playa y que rica la vida. A los dos días de estar allí, me enfermé horrible. La voz se me iba con cada día que pasaba… era miércoles, y mi entrevista era viernes. Va, llegué, con fiebre y un dolor de garganta espantoso, pero hice la entrevista. Al salir, pensé que la había chorreado toda. “No me la van a dar. Habían otros mejores que yo, y yo soy latina y le van a dar prioridad a los gringos”, me decía. Pasaron dos semanas, llenas de ansiedad y gérmenes porque aún seguía muriéndome, y en mi email aguardaba un correo. Para mi sorpresa, esta vez, FINALMENTE, fue de aceptación.

Me puse a llorar a media clase cuando leí el correo. ¡No me la creía! Después del infierno que pasé no solo en Florida, sino en esos años, lo había logrado. Estaba tan orgullosa de todos mis esfuerzos, todos esos desvelos, dedicación, y trabajo duro. Fue en ese momento cuando me di cuenta que TODO VALIÓ LA PENA. Valió la pena aquella fiesta que me perdí por andar terminando un proyecto, valió la pena alejarme de la gente “cool” aún sabiendo que probablemente no me invitarían a las fiestas, todas esas veces que me sentí sola en mi cuarto al ver los stories de la gente. Habían veces que mis niveles de estrés se sobrepasaban porque tenía tantas cosas que hacer dentro y fuera del cole, ocasiones donde me preguntaba si todo esto tendría su recompensa.

Si alguna vez sienten que las cosas se ponen muy duras, que hay demasiado trabajo y el cansancio está ganando, recuerden que EN SERIO, todo tiene su recompensa. Ningún sacrificio es hecho en vano. No creé mi reputación de santurrona y nerd por nada… Yo pensaba que todo lo que hacía era inútil, y aunque lo que me dieron puede ser poco para alguien más, para mí es todo. Yo quise celeste, y aunque me costó y sacrifiqué varias cosas, lo obtuve al final, y estoy segura que vos también...

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